Ojo de mujer entrando por Jerusalem (Araucaria, 1998)


El ojo de mujer
entra por Jerusalem
o por la música.

Ojos
de mujeres
en las ollas
que miran cocinando
perdonadas en la albahaca
cristianas
que fueron mozas de Jaén.

Los días 
son mujeres 
que se apuran.

Son señoras
los pozos de aceitunas.

Dos colmenas
son mujeres
a punto del descuido.

Una moneda de plata
no es una mujer
ni lo es el cordel
de la vaina 
de la arveja.

Los años
son mujeres
que no pasan.

La sal es femenina.

Femenino es un tramo
del Orinoco.

El mar de las Antillas
comienza con pollera.

El tubérculo
en la raíz de la aguaturma
con su carne acuosa
es una diva de noche

y del día
lo es la magnolia
el jazmín
la canela.

Los conquistadores 
españoles
se volvieron locas.

Una edad para desnudar 
a las mujeres
una edad para vestirlas.
El ojo que desnuda
es más pequeño
que el ojo que las viste.

No puede un milagro hacer
lo que una mujer da en la boca.

Hemos venido al mundo vestidos
de la madre que se aleja.

El mar
es una madre de pasto
que se mueve

tablas que miran 
son los barcos construidos 
por ojos de mujer.

Algunas fueron moras en Jaén
como Fátima otras obreras
de la Grafa como mi madre
las menos han trabajado en el carbón
casi todas
son de agua de noche

como la raíz de la aguaturma
con su carne acuosa.

El agua vive preñada
y nosotros tomamos un vaso de mujer
que nos alivia

desnudarlas no es sencillo
porque no siempre están vestidas
miran

y si miran cuando uno las desviste
hay una edad.

Las pulseras no son femeninas
ni tampoco el hilo de los collares
ni los collares ni las perlas de los collares

pero la forma
del collar
es un ojo
de mujer

que se abre

para perderse

así es el fuego en las hornallas
de sus ollas de cocina perdonadas

en la albahaca

cristianas

o en la luz del islam

judías

entrando a la ciudad santa
de los ojos.

Mujeres
que miran mujeres
salir de la iglesia

movidas

como si una paloma negra 
picara el latón de sus cabezas
de madonna

felices de entrar
en el pobre hogar de la arena.

Hecha con la tela pobrísima de las capillas
la miel de sus faldas
va por el río
a lavarse

tomamos agua de mujer
con el ruido de sus huesos

y entramos.

en "También los jabalíes enloquecen" Bs. As. : Araucaria, 1998

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