La mujer sin cabeza (Luis Trochón y Alberto Muñoz en Teatro de la Alianza Francesa) 1985


 El matrimonio artístico Luis Trochón-Alberto Muñoz no ha nacido por supuesto, producto de una mera casualidad: es evidente que, en términos estéticos, tanto forma y fondo se resumen en una sola cabeza que son dos y que, en este espectáculo efectuado recientemente en la Alianza Francesa, la mutación ha sido un tanto provocadora ya que nos enfrentamos a una mujer y para colmo, sin cabeza.

En el caso del argentino Alberto Muñoz, la realidad- despiadada, como siempre- lo ha apartado del show business de su país, e inexplicablemente no solo no ha podido acceder al disco, sino que además es prácticamente un desconocido, aunque su pulso artístico esté ligado a una de las experiencias más coherentes y libres de los últimos años.

Los argentinos- lo dice este humilde crítico uruguayo que ha seguido atentamente las marchas y las contramarchas del proceso musical de la vecina orilla- padecen de mala memoria: Alberto Muñoz integró aquel formidable grupo de más de cincuenta personas que se le conoció como MIA (Músicos Independientes Asociados) y que, hacia fines de los años setenta, removió la anemia compositiva de Buenos Aires.

Quizás la figura más emergente del grupo mencionado, haya sido el excepcional tecladista Lito Vitale, pero MIA en lo global y conceptual obtuvo logros importantísimos, no solo brindó recitales memorables de tono experimental, sino que además produjo ciclos de charlas referentes al proceso musical contemporáneo (ciclos apoyados con audiovisuales) y obras teatrales, entre las que se destacó precisamente La compañía del circo mágico dirigida por Muñoz y saludada efusivamente por la crítica especializada. (El estreno de esta obra les valió una reunión, por la similitud temática, en 1981, con el brasileño Egberto Gismonti, que por aquellos días presentaba en Buenos Aires su disco Circense)

La mujer sin cabeza es sin duda alguna, un espectáculo minuciosamente estructurado- el filtro de la razón actuó poderosamente en los engranajes que le dan vida- que busca romper el establisment de todo espectáculo.

Hay originalidades vacías y originalidades que van acompañadas de una tónica concomitante: en el caso de este espectáculo, la segunda opción es la más aproximada. La mujer sin cabeza presenta a sus dos protagonistas mimetizando la música, la intención poética y el discurso decididamente teatral.

Y al primer vistazo- los dos compositores manejando el espacio físico del escenario a su antojo- todo parece indicar que la soltura desenfadada y la  improvisación van a marcar el tono del espectáculo, pero no es así: todo está "fríamente calculado" , y en consecuencia, lo que se dialoga o se canta está regido por un índice conceptual previamente establecido.

De todos modos, el espectáculo posee claves poéticas -sobre todo en Muñoz que conjuga el humorismo y lo lírico con absoluta eficacia- que golpean anarquicamente, por la contundencia en el registro del contexto social que se está denunciando.

Allí, la canción de Luis Tronchón gana en alcance: la mínima utilización de adjetivos y metáforas, y en ocasiones, el teñido anafórico- lo que hace que los textos sean insistentes, obsesivos en su discurso-determinan un flujo poético realmente intenso y avasallante.

Lo fascinante en Alberto Muñoz no es solo su voz- que por momentos es la de una niña, la de un trabajador, o increíblemente el bullicio de la muchedumbre- y sus signos poéticos, sino el manejo de su cuerpo: lo gestual- en sus diversos matices-, las manos que suben y bajan con lentitud inquietante, las idas y venidas en el escenario, son el sustento medular del contenido de su propuesta.

También es el caso de Trochón, pero en esta zona peca de inexperiencia: su actividad, llamémosle teatral, es por momentos torpe y acartonada, aunque no naufraga.

Es un espectáculo, sí distinto y desafiante, poéticamente riguroso e intelectualmente germinal e incitante. De todos modos, hay un reparo que necesariamente debemos señalizar: la intransigencia- en el plano estrictamente musical- evidenciada por la pareja, de no apegarse a las fórmulas tradicionales de canción popular, quizás provocaron en el oyente no iniciado un largo bostezo.

En fin, a pesar de la no complacencia Muñoz-Tronchón: una baladita de vez en cuando no vendría mal.

No obstante el pequeño reparo, este espectáculo es uno de los más significativos en lo que va del año.


Nueva Viola Nº 7

Uruguay

Fecha de publicación : 1-sep-1985

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