Alberto Muñoz en EL INFINITO VIAJAR Revista Virtual de Arte y Poesía 2/3/2016




Los procedimientos de escritura son tan misteriosos como el resultado mismo, prefiero pensar que crear es traducir, lo que anda alrededor de uno como moscas se vuelve imperceptiblemente murciélago o mamut o niñas que han perdido a sus madres.
Casi toda mi producción es temática. El tema elegido cuanto más lejos esté de la poesía mejor, un mecánico dental ofrece mejores posibilidades que un poeta que sufre en la soledad de su literaria soledad. La isla, los trenes, los camiones, los naturalistas, los luchadores de catch, los culos, han sido algunos temas transitados una y otra vez. La insistencia en esos corredores termina a la larga trabajando sobre nuestra voluntad; a veces mejorándonos, a veces haciéndonos más impíos.
La sensación física viene cuando escribo a mano, es decir cuando corrijo, corrijo obsesivamente, más de lo que escribo. En el teclado no hay letra de uno ni cuerpo. Ahora bien, me la paso bastante con el cuerpo por el motivo siguiente: soy un caminante, camino diariamente una hora y media, ahí en ese linyerismo trabajo los temas, la forma, la música que va a tener la pieza en cada línea y en su totalidad. Digo las piezas en voz alta una y otra vez y también las canto. Si un poema me resulta duro de cantar vuelvo a componerlo. Probablemente haya otros cuerpos posibles en uno. Yo los desconozco.
Hay dos autores que tratan muy bien los cuerpos, Nietzche en su texto “De los despreciadores del cuerpo” y Deleuze en “El cuerpo de Spinoza” 




AMELIA
                                                                                                                                  A mi madre, experta en belleza.

No haber nacido doctor como nacían en tu razón los hijos, haber preferido el río a tu debido campo de alazanes y mantas, oír mejor el crujido de los muelles que la madera hablada del violín.
Tu pequeño estado de la gracia ha derivado en las locas amadas, ¡Oh, madre!
Ahora que estás en el frío reinado de las momias, necesito entrar por un vendaje a un filo de tu amada cabeza y pedir otra vez que  digas a los carros que he nacido, que sepa la luna de los campos de Tres Lomas que mido un metro sesenta y cuatro y que llevo las cejas de quien te amó.
 ¡Oh, madre!, ¿te acuerdas de mí? Soy el de barba.


SAN JORGE Y EL DESNUDO
                                                                                                           “Como si dijera que voy de vuelo de la carne...”
                                                                                                                                                    San Juan De La Cruz

Una prima tenía la costumbre de desnudarse cuando yo miraba su desnudo.
Quitaba los breteles, que eran cintitas parecidas a los ojos de los peces. En una pared próxima a su cuerpo que ya era de todos, estaba el retrato de San Jorge luchando con el dragón.
San Jorge no podía ensartar la lanza en el corazón del bicho, porque mi prima deslizaba su enagüa hasta la cintura. El dragón echaba fuego por mi boca y una de sus patas destrozó el vidrio del retrato.
Yo simulaba dormir y mi prima soñar.

San Jorge se metió en mi cama tapándose hasta las orejas:  “Tiene pecas”, me dijo al oído.
Ya éramos dos. Ya éramos los hombres. Ya eran un niño y un santo quienes veían caer la enagüa en los tobillos.
Increíblemente, el dragón también se aposentó entre las cobijas. Ya éramos tres. Ya éramos el niño el santo y la bestia. Las sábanas se mancharon con la sangre del animal, y la prima, tomando la lanza de San Jorge, entró en el retrato llevándose los vidrios.


BAJA UNA ANCIANA DE LAS LANCHAS

Baja una anciana de las lanchas.
Los hombres ayudan a su paso sin tocarla porque suyo es el reino de los hongos.
Celebran una boda las manzanas.

Un joven resigna su corazón oliendo su vestido: ha sido santa en su juventud y no ha mostrado su desnudez sino a las lámparas. Entrado el siglo la luz de kerosene era el perfume de las mantas.

Trajo al mundo a un ciervo parecido a un hombre, encontró en el monte un ángel con la cabeza partida y lo amamantó:  pezón y leche de las cabras.
Le incendiaron la casa.

Está bajando una anciana de las lanchas.
Los niños le huyen porque suyo ha sido el reino de los hongos.

Viene a las islas para dejarse. “Quiero morir de pie, no voy a entrar a las casas para echarme sobre los trapos. Morir parada como los palos de luz, y que los hombres comenten en los rancheríos: Hay un diablo entre los mimbres, habría que quemarlo.


LOS DÍAS PERDIDOS

Al mirar una locomotora vemos una máquina Singer
al mirar una Singer vemos la rueda de hierro la rueca
al burro girando alrededor del molino levantando agua.
Al ver el agua vemos el aljibe con su roldana giratoria
al ver el giro de la roldana escuchamos el canto del óxido
al escuchar cantar tocamos el hombro de la amada
tocamos la curva del pez tocamos la seda.

Al tocar el hombro vemos el hilo de las despedidas
al escuchar el adiós oímos el golpe del viento en la velas
al ver la nave escuchamos la tierra girar en su canto de óxido.
Al oír el giro de la tierra movemos un asno alrededor del molino
al mirar el aspa levantamos el agua y oímos las velas
al oír la nave tocamos el hombro de los peces
tocamos la curva del tren tocamos la seda.

Alberto Muñoz

Nací un 19 de febrero de 1951. Llovía tanto que casi no me deja nacer. Después fui poeta, músico y dramaturgo. No la paso mal. Doy clases de poética y eso me rejuvenece, de lejos parece que tuviera 24 años

 arroyoespera@yahoo.com.ar


Fuente: http://elinfinitoviajar.blogspot.com.ar/2016/03/alberto-munoz.html

La Revista funciona bajo la idea y dirección de Selva Dipasquale.
La edición, diseño y redacción están a cargo de Rita Krastman, Luis Bacigalupo y Selva Dipasquale.
Columnistas: Rita Kratsman, Andrés Bohoslavsky, Luis Franc, Ana Adjiman Gache, Catalina Boccardo, María Mascheroni, Luis Bacigalupo y Helen Turpaud Barnes.

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