La pasión de Alberto Muñoz (por Daniel Amiano La Nación 1/7/2000)






La pasión de Alberto Muñoz (por Daniel Amiano  La Nación 1/7/2000)
Con la Orquesta del Destino presenta hoy, a las 20.30, un CD en el San Martín

"¿Viste las casas abandonadas o que están en sucesión, que tienen los muebles tapados con sábanas? Esa es la sensación que tengo de esta época. Que está todo intacto, todo tapado con sábanas. Con lo que quiere decir intacto, que lleva algo de la muerte; las momias también están intactas. Como si todo estuviese esperando, que para mi gusto serán unos 35 años, hasta que surja algo así como el Renacimiento."

Quien habla es Alberto Muñoz. Poeta. Un poeta que hace música, obras dramáticas, guiones de televisión y radio. Hoy y mañana, a las 20.30, en la Sala Bianco del Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551, presentará "La pasión según los hipopótamos", un CD que reúne pequeñas óperas y canciones interpretadas por la Orquesta del Destino, la misma que concretó "Los últimos días de Johnny Weismüller" y "Kapelusz!"


-¿Cómo se hace un disco de estas características, donde hay obras nuevas, otras que se representaron en espectáculos anteriores y canciones que se grabaron hace 20 años?




-Me gusta volver a grabar y regrabar canciones. Grabar lo mismo. En cierta forma es darle a la canción la posibilidad de que se renueve, que cambie la musculatura. Todas las canciones tienen una elasticidad, todas son musculosas. Están hechas de la fibra de las palabras y la musculatura de la música. Volver a tratarlas es como darles un entrenamiento para que no envejezcan. Incluso me gustaría hacerlas exactamente igual. Repetirlas sin ningún cambio.


-Con "Pasaron cuervos" ocurrió algo así.


-La canción es exactamente igual pero más española, porque estoy más español; y más agresiva, porque también estoy más agresivo.


-Lo de "más español" se nota en varias partes, por ejemplo en "La pasión..."


-Completamente. Me ocurrió una cosa muy fuerte. Hice un viaje muy largo por Europa. Fui a conocer y reconocer; a reconocer aquello que leo en los libros o escribo, y a conocer lugares que me atan a mi herencia. Fui a Andalucía, la tierra de mis abuelos. Cuando estuve caminando por allí me sucedió lo que le sucede a todo el que va a la tierra de sus mayores, y es que se desangra. Uno siente el torbellino de la sangre.

Fue una exposición muy fuerte de lo español, de lo andaluz y entendí ahí el humor que practico. Mis abuelos pasaban por la vida haciéndola reír, y yo era más bien un chico melancólico o triste y veía esa risa como una especie de espectáculo circense: mi abuela se reía y yo veía un domador de tigres. Sólo ahora empecé a entender que esa risa con la que ella atravesaba la vida es lo que la sostuvo hasta los ochenta años.

-Pero ya había una elaboración en tu poesía de esa herencia.

-Pero era más intelectual que de la sangre. Yo estaba prendido de mi apellido español, ahora estoy prendido de mi nombre, que es otra cosa. Yo tengo, como todos, una vena muy española y otra que es muy criolla. No tanto por una cosa sanguínea, sino porque los antepasados míos son del campo, y me dejaron la presencia de la lejanía.

-Esa lejanía, o esos paisajes también están en tu poesía, como en el libro "Almagrosa".

-Es el primer paisaje que yo detecto, que es el isleño, del delta. Yo quisiera ser un hombre de río. No puedo serlo porque no lo permiten las aguas. Pero interiormente sí lo soy. Uno de los motivos del viaje a Europa era ir a conocer los ríos que yo había leído, los que había tocado en las lecturas. Hace muchos años escribí un poema sobre el Guadalquivir, pero no sabía lo que decía, era un nombre. Cuando lo toqué entendí lo que había escrito veinte años atrás. Cuando uno toca es cuando se entera. Es como los cuerpos: cuando vos tocás el cuerpo del otro, te enterás, porque si no estás enamorado sólo de la maravilla del otro.

-Volvamos al disco. ¿Quiénes tocan?


-Es la misma Orquesta del Destino, que está compuesta por Carlos Bisurgi (contrabajo), Alejandro Nuin (flautas), Omar Gianmarco (teclados, guitarra y arreglos), Giselle de Luque (pianista) y Claudia Tomás (voz). En el disco intervinieron, felizmente, músicos invitados que le dieron una mayor expansión, al reemplazar con un lenguaje musical lo que en el escenario es visual. Eso es mérito de Gianmarco.

-En el disco hay diversos lenguajes musicales y poéticos;pequeñas óperas, canciones, melodramas...

-Soy un músico bastante ignorante del lenguaje musical y con el paso de los años me voy convirtiendo en un mayor ignorante, entonces me he quedado sólo con la melodía. Creo que la melodía es uno de los dos o tres milagros que tiene la vida; producir una melodía, en algún sentido, es generar un pequeño milagro. A las obras más extensas las trabajo como si fueran películas. Es decir, construyo el final, los pasajes intermedios. Y tengo en cuenta el tiempo. Qué puede extenderse y qué no. Qué cosas irritan al oído porque necesitan eso en ese momento. En algún sentido, es un trabajo de trama.

-Algo que no pasa en las canciones.

-Exactamente. La canción tiene que ser clara, sencilla, que galope en el oído y no se trague ninguna pared. El problema que tiene la audición de una obra larga es que podés escucharlas una o dos veces, pero al otro día no la escuchás de nuevo. En cambio, las canciones sí. Entonces hay que articular esto para que cuando vos la escuches una o dos veces se cierre esa obra. Su destino es ser poco escuchada, qué le vamos a hacer.
Una pasión de hipopótamo

La conversación toca muchos puntos, incluso la realidad.

-Tenemos que entender que hay varias llaves para entrar en las cosas. Eso que nosotros llamamos realidad, podríamos tratarlo como un invento de la cultura. ¿Es más real el acontecimiento trágico del fin de semana que el sueño que tuvo mi hijo Manuel anoche? La realidad es todo, depende de la llave con la que uno entre a las cosas. Y una función de los poetas es no llamar a las cosas por su nombre; llamarlas de otro modo, pero que las cosas vengan. En eso consiste el arte mágico de los poetas. La poesía, que es lo que yo practico, es entrar en la realidad de lo que sucede, pero no llamar a las cosas por su nombre.

Pienso que la realidad es un acto clínico, donde uno interviene en las cosas a veces como paciente, a veces como enfermero y a veces como el pariente que llora a su muerto. Todo el tiempo estás cambiando de rol frente a las cosas que pasan.


Opera propia

Alberto Muñoz tiene un sueño: "Hay una intención que va camino a la ópera. Mi sueño es poder montar una ópera sobre San Martín. Sueño con hacer el cruce de los Andes. Si lo hace otro, me muero. No sé cómo hay que hacerla, pero sé que no puede ser chiquitita. Fue el gran acto de nuestra historia. Nuestra historia tiene un gran acto y un héroe solo. Quiero ponerlo en la gloria. El no buscaba el poder sino la gloria. Ese es nuestro hombre.

El destino de una orquesta de ancianos



Vale aclarar que la Orquesta del Destino está integrada por ancianos, cada uno con características bien marcadas, con las que le dan vida a las canciones y las pequeñas óperas.

"Siempre hemos mantenido eso de que la Orquesta del Destino sean estos viejos anarquistas. La empresa grabadora les impone una sola condición, y es que ingresen en el Primer Mundo por medio del disco. Pero ellos no quieren. El conflicto es ver cómo hacen, porque ya los echaron del Tercer Mundo y están en el segundo solos, por supuesto. Esos viejitos tienen problemas con la presentación, con el disco, con la empresa grabadora... en fin, exponen los problemas que tienen y en ese contexto cantan las canciones."

Los viejitos, uno por uno

"Rocatagliata está perdido, pero está perdido todo el tiempo. Fonseca es, en realidad, los hermanos Fonseca; él mismo contiene a dos y es un hombre que ha estado ligado toda su vida al comunismo, a las banderas rojas, y él sigue con su visión de la revolución, que está a punto de producirse, ayudada por el disco. María Offenbach es la enfermera y la orquesta funciona gracias a que los cuida esta alemana que vivió toda su vida en el campo y que quiere a estos viejitos; y ellos se tranquilizan cuando está ella. Suzuki es una japonesa que no tiene ningún rasgo japonés, se ha decidido que sea así, y practica una fineza ante lo otro, que es un desastre. Rocamora es un viejo pícaro y tanguero que mira a las mujeres, y está detrás de todas las exageraciones y de todo aquello excitante. Benito es el filósofo, el que tiene las teorías de cómo funciona el mundo; por eso se llama Benito Spinoza.

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