Dos poemas de Tratado de verdugos (Alberto Muñoz)




De algunos detalles para reconocer a los verdugos


No creen en los puentes.
No soportan nada derivado del círculo.
No aprenden el número tres.
Disponen de loros que roban el lenguaje.
Son insensibles a la música y no perciben tres colores de la
gama tonal.
Tienen una vena de más.
Se llaman a sí mismos y no acuden.
No soportan la última hora ni la primera.
No aspiran a ser hombres sino animales superiores.
Piensan que un filo separa lo infinito de lo finito.
Tienen un solo sueño recurrente que escriben en un libro
colectivo oculto en campo de maniobras.
Tienen dos sombras.




De los ajustes

El verdugo quita su capucha y con ella va su rostro, intacto.
Una lámina carnal es su cabeza. Una tela blanca. Sobre esa película propicia aparecen los otros rostros, los ejecutados. De quince a diecisiete segundos tarda cada impresión para borrarse y retornar en otra.
Estos ajustes son convenio de su sangre y su moral.

El verdugo se llega hasta una zanja, introduce su cabeza en el limo y una suerte de líquido devuelve otra vez su semblante verdadero, que debe con rigor ser cubierto con una capucha.
Obedece a una ley líquida. es eterno y fecunda con un gas.



De “Tratado de verdugos” 1989

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