Biografía del viento. (De Jericó a Roma) - Alberto Muñoz -




Se supone que fue en Jericó, en el neolítico, cuando el viento apareció por primera vez. Nació en la cordillera del Carmelo a pocos kilómetros del Mar Muerto. Nació y se expandió puliendo las primeras piedras y el primer cobre del calcalítico. En el desierto de Judea y más precisamente en la cueva Najal Jemer creó su primera máscara de piedra. Su infancia fue con máscara ornamentada de obsidiana, basalto y conchas marinas . El primer viento fue enmascarado.Parte de su ferocidad descansaba en el turbulento sonido que emitía desde la boca de su máscara. Bailaba y su motivo arrastraba pueblos enteros con sus animales, sus muebles precarios, sus ropas, las herramientas de hueso. Su máscara era verde y roja y llevaba una barba pegada con asfalto. La cultura natufiana lo tenía como benefactor dejando sobre las piedras cántaros con lágrimas de antílopes para que el joven viento refrescara su barbilla pegada con asfalto.

Fue en Jericó, la ciudad más antigua de la tierra donde el recién nacido fundía piedra con cobre. Con una ira propia de los nacidos del aire aplastaba cerámicas. El ruido de las piedrecitas deshaciéndose se tornaron su música más íntima. Cantaba para sí y para los insectos. En la danza, revestía su cabeza del tamaño de mil árboles con turquesas y colmillo de elefante del norte de Siria. Los hipopótamos de Egipto habían aprendido música escuchando el pedrerío que el viento aplastaba. Las enormes bestias no adoptaron su máscara, ni sus trajes, ni la ceremonia de silbar para atraer arañas y escarabajos.Guardaba sus músicas en cámaras de cobre arsenicado que llevaba pacientemente hasta las montañas del Cáucaso.

Su primer hogar fue una cueva excavada en un acantilado a 300 metros sobre el nivel del Mar Muerto. Según dibujos y tallas se trataba de una gigantesca hornacina, un útero caliente. Los habitantes de toda esa zona fueron reducidos a cenizas y transportados por el aire hasta no ser más que diminutos insectos musicales sin memoria, todos hijos del viento que buscaron a su padre a través de todos los posteriores instrumentos musicales.Todo oboe es un insecto negro, un violín uno de cuatro agallas.

Phonurgia nova de Athanasius Kircher

Posteriores registros del natalicio del viento lo quieren en tiempo de los cananeos. Viento-Serpiente. Las fortificaciones de las ciudades habían sido levantadas para protegerse del veneno de la Serpiente de polvo. Gran devoradora de olivos y vides dejaba a sus habitantes sin aceite y sin el tumultuoso líquido que acallaba la locura de vivir. El viento-Serpiente fue el creador de otra forma de vida, la nómada, que copiaba el transcurrir de las cenizas por el aire o de las músicas chirriantes de las conchillas del mar, o la del nasal sonido de los árboles movíendo sus ramas en la tormenta. La Serpiente sopladora que vagaba sin suelo y sin dirección enseñó a los pueblos a desplazarse guiándose por la nariz de las estrellas y el buen olfato de los cananeos. 

Egipto quiso que el nacimiento del viento fuera una inspiración de los muertos.

Otro viento, el Engarzado al cuerpo del escarabajo hizo olvidar a la Serpiente. Es la era del torno. La maravilla del soplo entornado, un viento nacido en las primeras religiones. De infante llevaba el nombre de Bamot y dormía al aire libre a diferencia de los otros vientos multiplicados y de escasa luz que preferían cuevas o agujeros como ojos de la tierra. Si bien todos los vientos son uno y el mismo, éste, el Engarzado, guarda la gracia en su cuerpo amarillo oro siendo el sonajero o la maraca del sol. El amarillo es el único color sonoro. La primera escritura que lo cita está en los Textos de Execración, de la XII dinastía de Egipto. Figuran las ciudades malditas que siguieron al Engarzado, que ya les había otorgado la alfarería. Una parte del viento fue guardada en un sarcófago. La técnica del vendaje y la cocción, lo tuvo intacto hasta el tiempo de los patriarcas.

Una estela de piedra caliza muestra al sol moviendo su matraca eólica. El viento Engarzado juega con un león, o baila. Hay un árbol cerca de ellos, el árbol de la vida también está vestido de amarillo.

La máscara egipcia del monumental santuario de la minería de Hator tiene un ojo y medio (la pieza está partida) de alguien con bellos labios que ha visto una deidad; suponemos que lo que ha visto no es visible a ningún ojo humano. La torpe apreciación nuestra afirmará haber visto aire, o brisa, o una jiba de luz amarilla y mortecina.

El dios Baal amaba el viento. En los papeles bíblicos sólo hay advertencias para los adoradores de su culto. Baal amaba las tormentas tanto como al tiempo. Baal también fue el viento, y nació de las tumbas del jardín persa cerca de Acre. Colgaba de su voz un abalorio de oro.

Los metalúrgicos abarcaron desde 1200 a de C hasta 586. Saúl el primer rey de Israel, enfermo de los bronquios, sufría con los fríos y las humedades. Se hizo fabricar una coraza de metal con pieles en su interior para soportar el doloroso estilete del viento. Murió combatiendo cerca del monte Guilboa. Su hijo David guardó la coraza protectora de su padre y fue con ella, con el filo de ella, que le cortó al gigante Goliat las venas del tobillo. Su sucesor, Salomón, hizo con los metales de la coraza del viento de Saúl pulseras y ajorcas para todas las escritoras de su casa. La más joven de ellas había escrito unas piezas sobre el humo que Salomón valoraba. Salomón murió a la luz de la luna leyendo aquellos poemas sobre el humo.

La joven escritora terminó traduciendo el viento a todos los idiomas.

El viento montado sobre un toro era una imagn de los adoradores israelitas. Ese viento había nacido en Samaria por una furia entre rayos. Fue encerrado en un gigantesco vaso de culto con agujeros. El viento fue criado por las hormigas rojas. En Babylonia había un matador de vientos llamado  Omri (según algunos el fundador de Samaria) que rompiendo el vaso de culto se comió al viento. Las hormigas sufrieron su desaparición, perdieron el color y fueron exterminadas por los cangrejos. 

Nuevamente aparecen los músicos. En Asdod se encuentra otro vaso de culto con ventanas donde descansan músicos, algunos tocan flautas y otros címbalos. El repertorio que está a sus pies es eólico; la brisa mueve a los músicos. Las pequeñas piezas se interpretan diez veces seguidas porque diez son las ventanas donde los músicos se apoyan. Con el tiempo este vaso filisteo fue un reloj preciso. Asdod ya era una ciudad fortificada llena de puertas diseñadas arquitectonicamente por el rey Salomón. Sobre alguna de esas puertas se fijaban estos nuevos relojes musicales movidos por el viento. Llamadores y juguetes para los enamorados. Los amantes se daban cita para ver tocar a los diminutos músicos de metal y se besaban embriagados por el fulgor metálico de la luna. La misma luna que vio morir a Salomón leyendo los poemas sobre el humo.

El rey Ciro de Persia promulgó lo que la historia natural decidió llamar Edicto de Ciro. Los judíos construyeron un enorme carro para transportar su propio viento hasta Jerusalem. Marchaban para la reconstrucción del Templo, pero una profecía dictaba que solo podrían hacerlo si el carro del viento llegaba hasta las puertas de la edificación. Una moneda de plata de Yehud muestra un águila en una de sus caras y un carro llevando al viento en la otra. 

El profeta Esdras promueve nuevas leyes, entre ellas la expulsión de Jerusalem de mujeres extranjeras. El viento transportado en el carro despertó, subió a las mujeres sobre su lomo y las llevó lejos de la ley del profeta Esdras. Nehemías impuso al pueblo judío no contaminar la sangre con sangre de mujeres de provincia. Impuso que los sábados se le diera la espalda al viento. Impuso impuestos regulares a los sacerdotes del templo y castigos a todos aquellos que, con la música, llamaran al viento y a las tormentas.

El carro fue quemado y sobre sus cenizas se arrojaron sandalias, vestidos y batas de todas las extranjeras. Una pieza de orfebrería de estilo aqueménida muestra el vaciado del carro envuelto en llamas y un viento con cuernos de metal bailando sobre el fuego.

Habían convertido al viento al judaísmo pero no lo sabían. El ícono del viento abandona la imagen animal para adoptar la del candelabro de siete brazos. Las siete razones del viento, sus siete nacimientos, las siete rebeliones sofocadas entre tolemaicos y  seléucidas. Los siete saqueos al templo, los siete insultos de Antíoco que prohibió a los judíos practicar su religión. Un nuevo viento griego nacía de un cielo lleno de dioses amargados. El nuevo viento griego expulsa al viento de las judías. Nace el viento del Comercio. Las bolsas, las semillas, las piedras preciosas hablaban griego. Los pueblos se elevaban y dejaban caer sus pertenencias, perros, ovejas, palas, catres, caían camino a las nubes, mientras que las torres y las fortificaciones se elevaban hacia un mundo lleno de dioses agotados que deseaban una guerra que diera alegría a sus barbas y a sus muletas. 

El Olimpo se pobló de pueblos de Transjordania. La diosa Afrodita armó un lecho para yacer con el viento de los árboles y de los líquenes y de los hombres y de las mujeres que abandonaron sus sandalias. 

El antiguo y desacreditado viento dejó ver su hermosa verga que Afrodita acarició y besó y puso debajo de su cuello cercana a lo que luego sería la matanza del cordero, de su cordero, del amado, escondido en su cabezal de cerámica. Afrodita asomándose por la ventana de sus ojos exclamó ¡Oh Dioses! el viento es del mar y yo se lo ofrezco a mi amor, porque todo me pertenece, hasta la propia duda que tengo de amarle.

Afrodita arrojó al Viento de su lecho y del Olimpo. El pobre Viento de las musarañas y de los sátiros volvía a su casa, a su caja, a morir.

En el 67 a de C fueron sus funerales que duraron hasta que Pompeyo dio su discurso. Las palabras de Pompeyo fueron escuchadas con emoción. Viajaron por el aire a lo largo y ancho de lo que sería el magno imperio. No las llevaba el fantasma del viento sino la voz de sus ciudadanos, las cenizas, y los insectos, que cargaban las oraciones con la misma devoción con que anteriormente, fue cargado en un carro el dormido y generoso cuerpo del viento judío.     

Judea, sin viento, se convirtió en un estado autónomo gobernado por los brazos y la espalda de Hircano II, el hijo de Alejandro Janneo. Llega Herodes, siguiendo de mala gana las costumbres judías; Herodes el vasallo de Roma. Ciertas voces traen a sus oídos que César Augusto, su patrón, quiere viento. 

Herodes manda a construir el viento judío-romano. La ciudad de Cesárea fue el modelo. Un viento mecánico, monstruoso, sujeto a poleas y cadenas capaz de pasearse como un león, de punta a punta de Jerusalem, echando aire. El gigantesco abanico de Herodes fue construído a la par que su propio palacio, y a la par del espectacular templo para los judíos.

Muerto Herodes uno de sus tres hijos, Filipo, mandó desarmar el viento y vender sus partes en las afueras de Roma. Poncio Pilatos compró las partes del viento, pero no hizo nada con ellas.El óxido, la corrupción, y los rayos aniquilaron por completo el corazón mecánico.

Los impuestos romanos desmoralizaban. No corría aire. Las tropas romanas comen y dejan todo tirado en las calles de la ciudad Santa. Juan el Bautista, descubre el agua bendita.

Un nuevo viento nace a las espaldas de Adriano. Comienzan a hablar de él en secreto. Temen que sea un implante. Los esenios hablan del viento como si fuera la fuerza divina que esperaron desde el primer día nacido. 

En 37 d. C, Calígula le regala una caja de música a Agripa. Ella abre la caja como quien abre los ojos por vez primera. Son los antiguos sones, los viejos martillitos pegando en las campanas, las flautas de caña que se llevan a los labios, las cuerdas tañidas, una caja movida desde adentro por el viento; no el gran peregrino nacido en el mar sino el de los músicos sopladores, el de las voces de los cantores, el de las uñas de los tañidores, el de las miradas de las mujeres judías que abandonaron sus sandalias.

¡Oh Dioses! (exclamó Agripa mirando hacia adentro de la caja musical) el viento es del mar y yo se lo ofrezco a mi amor, porque todo me pertenece, hasta la propia duda que tengo de amarle.






en Siwa N°5 : Historia natural y moral de los vientos. Audiencia de Confines de la Ciudad de Buenos Aires integrada por Salvador Gargiulo, Esther Soto, Christian Kupchik y Héctor Roque-Pitt.
Edición limitada para coleccionistas.

Comentarios