A mi madre, experta en belleza.
No haber nacido doctor como nacían en tu razón los hijos,
haber preferido el río a tu debido campo de alazanes y mantas,
oír mejor el crujido de los muelles que la madera hablada del
violín.
Tu pequeño estado de la gracia ha derivado en las locas
amadas, ¡oh, madre!
Ahora que estás en el frío reinado de las momias, necesito
entrar por un vendaje a un filo de tu amada cabeza y pedir
otra vez que digas a los carros que he nacido, que sepa la luna
de los campos de Tres Lomas que mido un metro sesenta y
cuatro y que llevo las cejas de quien te amó.
¡Oh, madre!, ¿te acuerdas de mí? Soy el de barba.
De “Camiones” 2001
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